jueves, 5 de julio de 2012

DESPLOME

                                        ¿Se desplomó el mundo sobre la Argentina?

 Por Aleardo F. Laría Fuente: Rio Negro.com.ar

Desde que la presidenta Cristina Fernández señaló, a mediados de mayo, que "no nos caímos del mundo, el mundo está cayendo encima de nosotros", no han dejado de sucederse las interpretaciones gubernamentales que atribuyen los problemas de nuestra economía a la crisis internacional. El problema de esta interpretación es que la larga y prolongada crisis por la que atraviesan las economías del Norte, y en especial la Unión Europea, se inició en el 2007. Si a lo largo de casi un lustro no ha tenido repercusiones importantes en la economía argentina que crecía a "tasas chinas" ¿cuál es la explicación de este radical cambio de enfoque? Las condiciones externas que repercuten sobre la economía argentina no han experimentado grandes cambios. China, la economía que sustenta la reciente expansión de nuestro sector externo, ha recortado sólo un punto su PBI, al reducirse del 9,2 al 8,2 su ritmo de crecimiento. El precio internacional de la soja se mantiene por encima de los 500 dólares la tonelada, de modo que tampoco se verifica un cambio en los rentables precios del comercio exterior. Las exportaciones de harinas y aceites a Europa no han sufrido merma pese a la situación económica europea. La economía de Brasil, nuestro primer socio comercial, ha aumentado su PBI en el 2,7% en el 2011 y se espera un crecimiento similar para el 2012. Las tasas internacionales de interés están bajas, muy por debajo de los niveles habituales. La tasa de inflación internacional, debido a la crisis, también está muy baja, en el orden del 2% anual, lo que debería contribuir a reducir la inflación importada. Los flujos de inversión internacional en América Latina, según la Cepal, han alcanzado la cifra extraordinaria de 153.000 millones de dólares de inversión extranjera directa el año pasado, un 31% superior al 2010. Por consiguiente, no existen elementos objetivos que permitan atribuir a una modificación de las condiciones externas las turbulencias actuales de la economía argentina. La machacona insistencia en hacer alusiones a la "crisis mundial" por parte de las usinas habituales del gobierno reedita la vieja práctica de atribuir a actores internacionales –el "imperialismo", las corporaciones multinacionales, los "fondos buitres", etc.– los problemas generados por la mala praxis en la aplicación de las políticas económicas. Es cierto que la balanza comercial argentina ha experimentado un deterioro notable. Pero en ese resultado el mundo tiene poco que ver, puesto que si antes la Argentina no importaba combustibles, ahora ese rubro asciende al 3% de las importaciones. Las crecientes de gas y combustibles son consecuencia de una política energética que durante años impulsó el consumo subsidiado y desalentó la producción, al establecer precios desvinculados de los costos. Varios factores relevantes, de origen interno, se han interrelacionado para dar lugar a una situación económica complicada, que no tiene visos de remitir. En primer lugar, el fenómeno de la elevada inflación, que pese a tratar de ser enmascarada con las engañosas cifras del Indec, alcanza niveles que muy pocas economías del mundo están dispuestas a convalidar. Por otra parte, la expansión incontrolada de la política de subsidios ha dado lugar a un incremento sustancial del déficit fiscal. Para afrontar los problemas derivados de la reducción del saldo del comercio exterior, se han implantado permisos previos, supuestamente dirigidos a proteger la producción y el empleo nacional. El resultado es que además de provocar las represalias comerciales de nuestros socios –que ahora afectan a las economías regionales–, se provocó la interrupción de algunas cadenas productivas por falta de insumos. El establecimiento de un "corralito cambiario" con una distribución arbitraria de los permisos para adquirir divisas ha alentado la fuga de capitales, ha acelerado la salida de depósitos en dólares y ha aumentado la brecha cambiaria entre el dólar oficial y los dólares paralelos de colores. Las erróneas decisiones de política económica adoptadas o la pertinaz ceguera en no reconocer la desviación de variables macroeconómicas estratégicas –como la tasa de inflación o el tipo de cambio– son exclusiva incumbencia de los operadores económicos locales. "El mundo" no tiene responsabilidad alguna en estos desaciertos. Hace menos de un año, cuando las inconsistencias de la política económica no habían aún aflorado, la presidenta Cristina Fernández afirmaba con mal disimulado orgullo que Argentina "está ordenada frente a la crisis global" y daba consejos a los países desarrollados criticando las políticas de ajuste al señalar que "se deberían adoptar instrumentos diferentes en otras latitudes". Añadía que "nos han metido en la cabeza que nada bueno podemos tener nosotros y que sólo lo bueno puede venir de afuera. Se tarda mucho en desmantelar ese poderoso andamiaje de subordinación cultural que aplastó el ánimo de los argentinos por décadas". Como era previsible, los discursos voluntaristas y arrogantes, a la larga, demuestran su inconsistencia. La economía constituye una ciencia compleja porque es compleja la realidad que trata de interpretar y regular. Frente a la complejidad, la actitud más adecuada es la humildad intelectual para hacer luego una lectura realista y pragmática de los acontecimientos. La apertura intelectual permite recibir otras informaciones, opiniones, ideas y teorías. Se evita así el riesgo de incurrir en el error cognitivo sobre el que alerta Edgar Morin, cuando "la alucinación que hace ver lo que no existe, se une a la ceguera que oculta lo que existe".

No hay comentarios: